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| Está
claro que el mejor tratamiento de la obesidad es, sin
duda, su prevención. La actuación preventiva
debe centrarse en la educación desde la infancia,
fomentando hábitos de vida saludables, una alimentación
adecuada, declarar la guerra al sedentarismo o acabar
con costumbres desaconsejables como el tabaco o el consumo
de alcohol... |
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Perder
peso resulta a veces complicado. Más aún si se trata
de adolescentes en plena fase de crecimiento, ya que su alimentación
debe garantizar el aporte de calorías necesarias para cubrir
los requerimientos energéticos del organismo. Debe aportar
los nutrientes imprescindibles para un correcto desarrollo tanto
físico como psicológico.
Es
muy frecuente la figura de la adolescente obsesionada por su figura,
que sufre a la hora de la comida, en esta etapa de cambios físicos
y de hambres voraces, provocados por esa gran necesidad de aporte
energético que reclama el organismo para crecer. Un solo
kilo de más basta para desencadenar un estricto periodo
de dieta. Empiezan a comer menos, se saltan comidas..., es un
juego peligroso que puede tener serias consecuencias para la salud.
Una restricción indiscriminada puede ocasionar carencias
a la larga de sustancias nutritivas esenciales.
Controlar
los hábitos
En
esta edad, es frecuente que el exceso de peso se deba a malos
hábitos en la dieta alimentaria: picar entre horas o cuando
se ve la televisión, comer demasiados dulces, beber demasiados
refrescos en vez de agua, abusar de las patatas fritas y de todo
tipo de paquetes de “snacks”, helados, productos de
bollería industrial... En cambio, a menudo brillan por
su ausencia la fruta, la verdura o la leche y sus derivados.
Fuera
chicles y golosinas y snacks
Muchas quinceañeras acostumbran a comer habitualmente golosinas
y chicles. De esta forma consumen demasiado azúcar sin
darse cuenta, calorías además, con un nulo valor
nutricional. Además, el chicle favorece una secreción
gástrica excesiva que produce sensación de vacío
en el estómago.
Los
paquetes de aperitivos son altamente ricos en sal, grasas de escasa
calidad nutritiva, obtenidas de aceites vegetales desnaturalizados
por el proceso de la fritura y por lo tanto, muy escasamente recomendables.
Desayunar
fuerte, comer bien y cenar poco
Otra mala costumbre típica de los quinceañeros es
la de desayunar “un café bebido”. Conviene
desayunar abundantemente: leche, yogur, tostadas, galletas o cereales,
zumo... Sino, el rendimiento físico e intelectual a lo
largo de la jornada baja. El desayuno es la comida del día
que mejor se “quema” y que más falta hace.
Muchos
adolescentes convierten la cena en la comida principal del día,
ya que salen a toda prisa por la mañana y muchas veces
comen un bocado fuera de casa. Mal hecho. Conviene invertir este
hábito: desayunar fuerte y cenar poco ya que durante la
noche el organismo no es capaz de quemar las calorías ingeridas.
Almorzar
un bocadillo en la cafetería del “insti” es
cómodo y divertido, pero no lo más recomendable.
Sería preferible tomar una comida completa. Si esto no
es posible, es más recomendable tomar fruta, yogures, barritas
de cereales... Todavía peor sería saltarse directamente
la comida. De este modo sólo se consigue un desequilibrio
en el metabolismo que regula el consumo calórico, lo que
favorece el aumento de peso. Además, a la siguiente comida
se llega con voracidad y se compensa con creces lo que no se comió.
Una
dieta recomendable
Una
joven en la adolescencia necesita, por lo menos, un aporte de
alrededor de 2.000 calorías diarias distribuídos
a lo largo de todo el día.
Desayuno:
Un vaso de leche entera o semidesnatada, o un yogur natural, cereales
y fruta.
A
media mañana: Un zumo de frutas o un par de galletas.
Comida:
70 gramos de pasta o arroz integral, con tomate o aliñado
con aceite de oliva. Tortilla de verduras o carne o pescado, o
100 gramos de queso con ensalada y un panecillo integral.
Merienda:
Una pieza de fruta y un vaso de leche semidesnatada.
Cena:
Sopa de pasta o verduras, o un plato de pasta, o un trozo de pastel
de verduras, o verdura cocida aliñada con aceite de oliva,
o ensalada, o rollitos de jamón, o macedonia de frutas
y yogur.
El Fast Food
La alimentación de los adolescentes está estrechamente
asociada con este hábito alimentario, tan de moda en los
últimos tiempos. Cualquier quinceañera que desee
adelgazar debería tener claro que tendría que renunciar
al mismo. Si no queda más remedio que acudir a locales
de fast food, sería conveniente cambiar el menú
típico de hamburguesa con patatas por ensaladas, y las
bebidas gaseosas por zumos naturales. Pero, ¿por qué
son tan aficionados los adolescentes al fast food?
Dicen
los psicólogos que el fast food es una forma de alargar
el gusto alimentario de la infancia: se endulzan los alimentos
con el ketchup, se toman bebidas gaseosas dulces, helados, patatas
fritas... todo ello en un ambiente informal y divertido. Además
el fast food es barato a la par que apetitoso. Les gusta porque
les da la posibilidad de reunirse con los amigos en un local considerado
como punto de encuentro juvenil.
Y,
aunque todas las consideraciones anteriores con ciertas, no lo
es menos el hecho de que el fast food no es lo más saludable
del mundo en alimentación: una hamburguesa con patatas
fritas, refresco y helado suponen más de la mitad de calorías
necesarias en un día. La hamburguesa contiene un alto porcentaje
de grasas frente a los hidratos de carbono, es pobre en fibras
y vitaminas, puesto que no se acompañan del pan más
adecuado ni de verduras frescas.
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