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Nuestros
abuelos no concebían una mesa de comida sin pan.
Ellos no lo sabían, pero el pan aporta fibra,
hidratos de carbono, vitaminas del grupo B, minerales
(fósforo, magnesio y calcio) y proteínas
vegetales. "Forma parte de la base de la alimentación".
Contribuye
al equilibrio alimentario, está exento de grasas
y sacia a quien lo consume. Así lo afirma Abel
Mariné, catedrático emérito en
Nutrición y Bromatología de la Universidad
de Barcelona. "Es un producto que contribuye al
equilibrio alimentario, está exento de grasas,
sacia a quien lo consume, tiene un sabor neutro ideal
para acompañar a otras comidas y es barato",
asegura.
Sin
embargo, los hábitos alimenticios del ciudadano
del siglo XXI son muy distintos: comemos fuera de casa
y cocinamos menos. Todo ello "va en detrimento
del pan y en aumento de un mayor desequilibro alimentario",
asegura Xavier Barriga, maestro panadero, que lamenta
que se sustituya este rico alimento por otros productos
más energéticos como la bollería
industrial o el pan artificial enriquecido con grasas
hidrogenadas.
Pan de “mentira”
Ya no tenemos tiempo para acudir a la panadería
a recoger dos barras tiernas recién sacadas del
horno. Los hábitos cambian y hoy pequeños
comercios, gasolineras o tiendas de 24 horas ofrecen
pan a cualquier hora del día. Pero, ¿podemos
fiarnos de la salubridad de este producto?
Se
sigue acusando al pan de engordar, pero es un mito.
"No perjudica a la salud. Es un tema de calidad,
no de seguridad ni de valor nutritivo", señala
Mariné. La diferencia está en el gusto:
el pan prefabricado no tiene nada que ver con el delicioso
pan artesanal, elaborado en un horno tras un largo proceso
de fermentación.
El
aroma y el sabor son los principales indicadores de
la calidad de este alimento. Si huele a pan, buena señal:
confirma el desarrollo de los ácidos orgánicos
responsables de ese olor, es decir, el tiempo de reposo
es el adecuado. Cuanto menos reposo, más engorda.
Además, un almidón mal cocido genera una
masa compacta que dificulta la digestión.
Es
un motivo de la decadencia del pan, pero no el único.
Muchos siguen acusando al pan de engordar. Es ¿mito
o realidad? Es un mito. Al respecto, el catedrático
cree que "la gente que se plantea esta pregunta
no se ha parado a pensar que las calorías de
los alimentos siempre engordan, vengan de donde vengan".
Las
calorías engordan, vengan de donde vengan
La regla es simple: una persona gana peso si ingiere
más de lo que quema. Necesitamos unas 2.000 calorías
al día, y cien gramos de pan contienen entre
230 y 250. Si tomamos menos de 250 gramos de pan al
día, podemos respirar tranquilos.
Muchos
de aquellos que creen que el pan engorda apuestan por
productos integrales. El pan integral tiene más
fibra. No obstante, las diferencias de este producto
con el pan blanco no son grandes. "El porcentaje
de absorción del integral es menor, y no es sustancialmente
más nutritivo que el blanco, sólo algo
más", explica el catedrático.
Cómo comerlo y conservarlo
¿Tostado, congelado, duro, blando, frío
o caliente?
Un pan que enseguida se pone duro o como un chicle indica
un proceso de elaboración inadecuado. El maestro
panadero Xavier Barriga no lo consumiría. En
cambio, sí aconseja congelarlo si está
en óptimas condiciones: "El único
problema es que el pan absorbe humedad y deja de estar
crujiente". Basta con enchufar la tostadora para
que el alimento recupere sus propiedades originales
cuando lo vayamos a consumir.
Para
los dubitativos: el pan artesanal se come frío
y reposado. ¿Y el industrial? "O se come
caliente o hay que tener hambre para tomárselo",
bromea el panadero. |